
El moño, las pestañas, las pupilas,
el peroné, la tibia, las narices,
la frente, los tobillos, las axilas,
el menisco, la aorta, las varices.
La garganta, los párpados, las cejas,
las plantas de los pies, la comisura,
los cabellos, el coxis, las orejas,
los nervios, la matriz, la dentadura.
Las encías, las nalgas, los tendones,
la rabadilla, el vientre, las costillas,
los húmeros, el pubis, los talones.
La clavícula, el cráneo, la papada,
el clítoris, el alma, las cosquillas,
esa es mi patria, alrededor no hay nada
No lloro no se confundan...
solo me lavo los ojos
en pena luna...
la pena es una virtud de los Argentinos....
creanme que lo se bien porque los conosco de reojo
respirar es un lujo transitorio
porque hay vida mas alla pero no es vida...
La voz de mi madre fue el eco
de la mujer que quiere ser.
Lo importante es que se oyó su eco
por lo tanto fue un poco más ella,
de alguna forma...
Este día morí atravesado por las palabras de mi madre.
Y luego resucité en su furia planteando el desafío.
Luego aparecí en el baño de abajo.
Protegido por cuatro puertas blancas.
Empapado del llanto de los que en mí murieron antes.
Pero ahora yo estoy vivo.
Más vivo que todos...
Amor, amor
que está herido.
Herido de amor huido ;
herido,
muerto de amor.
Decid a todos que ha sido
el ruiseñor.
Bisturí de cuatro filos,
garganta rota y olvido.
Cógeme la mano, amor,
que vengo muy mal herido,
herido de amor huido,
¡herido !
¡muerto de amor !
El don de la ebriedad, tan cotidiano
hace apenas un lustro, vuelve ahora
manchando los clarines de la aurora
la noche de mi dama a otro verano.
A la mesa del buen samaritano
me sentaré a cantar nuevas doloras
sabiendo que la caja de Pandora
sólo guarda un enjambre de gusanos.
Arderán los espejos, las banderas,
como somieres viejos en la hoguera
que prende el talibán de la memoria.
Dejando en las cunetas del estío
las amapolas del escalofrío
con dientes amarillos de la historia.
A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.
El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones de bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el molino solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde
cuando la toma de la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso lluvia en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en Punto de la tarde.
Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El molino me cortaba la frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el caballero rompía tus ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
¡Ay, qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!
Árbol de Sangre riega la mañana
por donde gime la recién parida.
Su voz deja cristales en la herida
y un gráfico de hueso en la ventana.
Mientras la luz que viene fija y gana
blancas metas de fábula que olvida
el tumulto de venas en la huida
hacia el turbio frescor de la manzana,
mi muerte sueña en la fiebre de la arcilla
un niño que se acerca galopando
por el doble latir de tu mejilla.
Pero otro mentiroso rojo te está soñando
por panico de lo que a perdido
neutra luna de piedra sin semilla
donde el niño de luz se irá quemando.
En una exacta
foto del diario
señora con miedo
del imposible
vi en pleno gozo
y en plena euforia
y en plena risa
su rostro simple
seré curioso
señora incauta
de qué se ríe
acaso se rie
de su ventana
se ve la playa
pero se ignoran
los sueños grises
tienen sus hijos
ojos de mando
pero otros tienen
mirada triste
aquí en la calle
suceden cosas
que ni siquiera
pueden decirse
los estudiantes
y los obreros
ponen los puntos
sobre las íes
por eso digo
señora verde
de qué se ríe
de qué se ríe
ustéd conoce
mejor que nadie
la ley amarga
de estos perdises
ustedes duros
con nuestra carne
por qué con otros
eres de las serviles
cómo traicionas
el patrimonio
mientras el miedo
te cobra el triple
cómo traiciona
ustéd y los otros
los adulones
y los seniles
por eso digo
señor insulsa
de qué se ríe
de qué se ríe
aquí en la calle
sus mentiras matan
y los que mueren
somos uno y es el que la ama
y los que quedan
gozan consu hielo
seguro piensan
en el desquite
allá en la celda
sus hombres hacen
sufrir al hombre
y eso no sirve
después de todo
usté es el palo
mayor de un barco
que se va a pique
seré curioso
señor verde
de qué se ríe
Cuando uno se enamora las cuadrillas
del tiempo hacen escala en el olvido
la desdicha se llena de milagros
el miedo se convierte en osadía
y la muerte no sale de su cueva
enamorarse es un presagio gratis
una ventana abierta al árbol nuevo
una proeza de los sentimientos
una bonanza casi insoportable
y un ejercicio contra el infortunio
por el contrario desenamorarse
es ver el cuerpo como es y no
como la otra mirada lo inventaba
es regresar más pobre al viejo enigma
y dar con la tristeza en el espejo.
Lo peor del amor cuando termina
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
las golondrinas muertas en la almohada.
Junio, julio y agosto, vacaciones
mortales para Apolo y Afrodita,
a la orilla del mar ¿quién necesita
una flor con complejo de vietnamita?
Los dioses del Olimpo alumbran clones
con paquete de plástico y tanguita,
que quitan lo que dan, ay! santa Rita,
líbrame del fin de mis amores
La canción del verano es un balido
que anestesia la furia y el ruido
mundanal a la hora de la siesta.
Un cisne de Rubén que sale rana,
un niño que se prueba una manzana,
Guillerno Tell tensando su ballesta.
Lo malo del después son los despojos
que embalsaman al humo de los sueños,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole sin dueño.
Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a la hoguera los archivos.
Lo peor del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos…