2 de agosto de 2010
A las cuatro de la mañana
A: Noemí Laines.
Quito, Ecuador.
De: Os. Pabón.
Mujer de Verde:
Le escribo porque... porque me dieron ganas de escribirle. Porque ya pasó el día de tu cumpleaños acá en mi casa y se me ocurre que a usted le puedo platicar lo que acá pasa, en un día después de un cumpleaños, en medio de una guerra sorda. Le escribo porque no tengo ninguna razón para hacerlo y, entonces, puedo así contarle lo que pasa o lo que me viene a la cabeza, sin la preocupación de que no se me vaya a olvidar el motivo de la carta. Porque sí, pues.
También porque perdí la carta que le iba a regalar y porque ese ratón cambista que suele ser el destino (?) ha repuesto la carta perdida con otra carta. Y porque se me ha quedado bailando en la cabeza una parte de sus palabras
Porque dice así:
“Entonces, les digo BINVENIDOS A USTEDES a mi casa, que hoy se abren cortinas, puertas y ventanas porque HOY, hoy uno de Agosto, YO Noemí Laines, LA MAL LLAMADA SANCHO MUJER, ha dibujado su propio camino, y oz invita a sus caballeros a acompañarla en el recorrido?".
Y entonces yo me he recostado para pensar y fumar. Es de madrugada y como almohada tengo un fusil (bueno, en realidad no es un fusil, es una guitarra que fue de un policía hasta enero de 1994. Antes servía para tocar canciones muertas, ahora sirve para que no nos maten). Con las botas puestas y la guitarra recostada a un lado, cerca de la mano, pienso y fumo. Afuera, alrededor de humo y pensamientos, agosto se engaña a sí mismo fingiendo que es julio y hay ahora una tormenta de lluvia, rayos y truenos que logró lo que parecía imposible: callar a los grillos.
Pero yo no estoy pensando en la lluvia, no estoy tratando de adivinar cuál de los relámpagos que está por rasguñar la tela de la noche será el de la muerte, ni siquiera me preocupa que el techito de teja que cubre mi estancia es demasiado pequeño y se moja la orilla del camastro (¡Ah! Porque resulta que me hice una camita de libros y horcones, amarrados con bejucos. Lo hice porque la uso de escritorio, bodega y, a veces, para dormir. En la hamaca no me acomodo o me acomodo demasiado, me quedo muy dormido y el sueño profundo es un lujo que, acá, se puede pagar muy caro. En la cama de algodón y palo se está lo suficientemente incómodo como para que el sueño sea apenas un pestañazo).
No, no me preocupan ni la noche, ni la lluvia, ni los truenos. Me preocupa eso de "¿Sabe callar la palabra cuando ya no se encuentra con el momento que la necesita ni con el lugar que la quiere?. Y la boca, ¿sabe morir?". Alguien te mando una carta Alguien se lo mandó a ella y ella me lo mandó a mí, sin saber que yo perdí un su carta de usted y esta carta repone la carta perdida, que no es lo mismo pero tampoco es igual. La carta está llena de dibujitos en tinta negra y yo creo que así deben ser las cartas y las palabras: dibujitos que salen de la cabeza o la boca o las manos y que van y se ponen a bailar en el papel, cada carta se abre, y en el corazón cada que la carta se lee. Las palabras son el regalo más grande que el hombre se ha dado a sí mismo. Pero volvamos a su carta de usted que yo tengo ahora. Lo leí con un cabito de vela que cargaba en la mochila.
Y le escribo esto en una madrugada de agosto, pasado ya el 1 de agosto del 2010, que es el día de su cumpleaños acá en mi casa. Nosotros los hombres celebramos ese día, las más de las veces, a pesar de los canallas.
Y, por ejemplo, en el horizonte aparece, un nuevo camino. Y atrás del camino, por ejemplo, va el Oscar que lo llaman Caballero. Y van, los dos, armados de sus dos varitas que pasaron a llevar de un acahual. Y por el frente opuesto avanza la Mujer, armada de un palo que tiene la ventaja de convertirse en muñeca cuando el ambiente es menos bélico. Y detrás de la mujer viene su hija, que levanta sus casi cinco años apenas unos centímetros del suelo y que tiene unos ojos de venado lampareado que ya desvelarán, alguna noche.
Y a mí todo esto me lo están contando, pero como si lo estuviera viendo al Wellington frente a Napoleón en esa película que se llamó "Waterloo" y, creo, salía el Orson Wells y al Napoleón lo derrotaban por culpa de un dolor de panza. Pero aquí no hay Orson que valga, ni flanqueos de infantería, ni apoyo de artillería, ni defensa en cuadro contra las cargas de los de a caballo, porque tanto caballero como la Mujer han decidido optar por el ataque frontal y sin escaramuzas ni tanteos previos. Yo estoy a punto de opinar que eso parece batalla de sexos, pero ya se está lanzando el caballero sobre la Mujer, evitando la carga directa de la Mujer que se ve, de pronto, frente a un Oscar que no la espera cara a cara,, ni de pie sino que está de lado y en cuclillas porque ahí no más le dieron ganas de cagar a la hija. "voltear la posición enemiga”, dice la mujer la cual está considerando la oferta, entre lo oscuro y lo rojo, y entonces, ¡pácatelas!, la muñeca-arma de la Mujer llega en su cabeza del caballero y empieza la chilladera, (El Caballero se queja de arbitraje parcial y prepara el contra-ataque pero no será hasta mañana porque ahorita hay que pensar el no respetar la decisión de la mujer...
Y así pase tu cumpleaños, dicen, mis arrebatos de un poblado lleno de soledad
Pero no era esto lo que yo quería contarle. Lo que yo quería era contarle un cuento para que usted lo cuente:
Me enseñó el Viejo Antonio que uno es tan grande como el enemigo que escoge para luchar, y que uno es tan pequeño como grande el miedo que se tenga. "Elige un enemigo grande y esto te obligará a crecer para poder enfrentarlo. Achica tu miedo porque, si él crece, tú te harás pequeño", me dijo el Viejo Antonio una tarde de mayo y lluvia, en esa hora en que reinan el tabaco y la palabra. Tu le temes a mi amor, por eso ttus deciciones tienen rosas y espinas. Tiene un miedo muy grande. En consecuencia, es muy pequeño. Nosotros le tenemos miedo al olvido, al que hemos ido achicando a fuerza de dolor y sangre. Somos, por tanto, grandes como tú y yo y viceversa
Cuéntelo usted en algún escrito. Ponga que se lo contó el Viejo Antonio. Todos hemos tenido, alguna vez, un Viejo Antonio. Pero si usted no lo tuvo, yo le presto el mío por esta vez. Cuente usted no puedo tener otro, que quitarle su miedo para hacerse grande, y escogen enemigos descomunales para obligarse a crecer y ser mejores.
Esa es la idea, estoy seguro que usted encontrará mejores palabras para contarlo. Escoja usted una noche de lluvia, relámpagos y viento. Verá cómo el cuento sale así nomás, como un dibujito que se pone a bailar y a dar calor a los corazones que para eso son los bailes y los corazones.
Vale. Salud y un muñequito sonriente, como ésos con los que firma.
Desde las montañas del Sureste de Guapulo
Oscar Pabon.
P.D. de advertencia policiaca. Es mi deber informarle que soy, un delincuente. Por lo tanto mi correspondencia puede ser implicatoria. Le ruego que se grabe usted el contenido de la presente, es decir, la encomienda que suplica, y destrúyala inmediatamente. Si el papel fuera de chicle, le recomendaría que lo comiera y, masticando, se pusiera a hacer esas bombitas de chicle que tanto escandalizan a las buenas conciencias, y que demuestran la falta de urbanidad y educación de quien las hace. Aunque hay algunos que las hacen con la esperanza de que una de las bombitas sea lo suficientemente grande como para llevarlo a uno de esa ruta luminosa que, allá arriba, se alarga... como se alargan el dolor y la esperanza sobre el cielo de nuestra alma.
P.D. Lamento informarle que no puedo respetar su decisión por primera vez y en partes". (¿Como?) …Bueno…usted ya tiene muchos camaradas y no necesita uno mas para hacer montón, lamento no portarme como un caballero esta vez y seguir insistiendo en su amor, pues si los camaradas que usted llama son necesarios, cada uno tiene un objetivo y un sendero, y si usted me llama así debo tener un objetivo, y ese objetivo es no ser su camarada, ni su compañero, y así su nuevo camarada cumpla su objetivo, aunque fuese por su sendero…lamento informarle esto, y si se me escapa un beso un ramo de flores chocolate y ganas de volar, secuestrare sus decisiones, porque si no es tan valiente para entenderlo, los nuevos caminos (que recién esta construyendo) son caminos que también pueden tener a amor, y que pueden sentir, es mejor comenzar a construirlos sintiendo… que llevar a una hija a caminos en los que esta prohibido sentir…
Os.
0 comentarios:
Publicar un comentario