INVESTIGACIÓN EN UN LENGUAJE PROPIO

Abordamos temas sociales, donde el espectador es un personaje más en la obra.
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martes, 15 de noviembre de 2011


Las miradas del señor y la señora

Las miradas del pirata cojo y el marino joven

Las miradas del altruista, del egoísta, del pasado, del paupérrimo, del santo

Las miradas del nombre falso y del apellido inventado

Las miradas del hombre enamorado, del marido harto, del viudo alegre, del hombre divorciado, todos congruidos por la misma acera, por la misma calle, que también los mira

Las miradas de la novia plantada, de la madre que llora, de la niña que juega, de la viuda que baila porque el marido muerto, le había dejado sin dinero pero con juventud

Las miradas de los militares, los policías, los consortes y los delincuentes, todas por esas avenidas que mira lo que otros mienten

Las miradas de espejismos refractados con sombras pluridistantes maravilladas por la realidad de sus pasados y la inquietud de sus futuros

Los breves espacios donde echan un vistazo para evitar ser vistos, los que duermen en las iglesias entre el calor de las gradas de piedra y el beato de la cúpula

Las miradas angustiantes

Las miradas combativas

Los que se les da por mirar lo que no existe

Los que miran sin ser vistos

Las miradas de un tahúr, de una mañana, de una madrugada en el mismo lugar, donde cambia la luz y la posición de las cosas, aunque no se mueva del mismo sitio, el que mira

Las miradas escondidas en las cobijas después de una noche de amor de los amantes, de costumbre de los casados, del sexo de los desconocidos

Las miradas descritas a diario por los que se dan cuenta por unos instantes que están vivos y que hay multitud en la travesía, y corren para escapar de la realidad

Las miradas dolorosas y descubiertas por tu cuerpo, por el mío, por los dos

Las miradas que saben ser pecadoras y que se disimulan por cáliz y cruces, por jamases encontrados.

Las miradas que se desequilibran y llegan a tener el caos por completo, la tesis de los depravados, el llorar para dejar de tener miedo

Las miradas que te regalo el destino, una tarde, o una noche, en que el silencio se fue hacia el destello quebrantado de las quimeras, para abrir el vidrio, com pedradas y a besos, dejando acostado un abismo trastornado que desbarranca nuestros espejismos y al cual nos lanzamos queriendo el orgasmo que no conseguimos vivos, y que lo buscamos en el trayecto corto pero precioso del precipicio hasta el suelo, para sentirlo antes de estar muertos

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