El destello preservado en torno al algoritmo del ventanal
La violenta comunión de un amor tiritando a la deriva de la nieve
El falso profeta que recitaba poemas para que le creyeran santo
El alquimista que con piedras filosofales transformaba sexo en amor
La desgastada amnesia de la abuela, que cansada de recordar lo que le decían que ella era, empezó a levantar el vuelo en una nueva infancia
El destartalado coro de profetas del invierno, que lastimaban el paralelismo de sus cantos con torbellinos y aguaceros
El atroz paso de las horas
El veneno que mataba con un solo beso
La virtud de los decentes, que por más que se lo proponían, nunca dejaba de mentir su verdad
La grapa que unió las hojas con escritos del capitán del séptimo regimiento, que para no ser acusado de traidor quemo sus amores a la patria
La inexactitud de aquel oficinista
El último piso de aquel ascensor
La integridad de tu cuerpo
El pasado que se preocupaba de futuros
Las páginas de cuaderno extraviadas y buscada con desesperación por los guardias del palacio, porque el tirano había escrito ahí su destino
La violenta canción de verano
La nevada de un amor muerto
El cementerio perdido de las almas
Los pasos que no tienen dueño
Los versos que cayeron a tu ventana, a tu techo, a tu cama, a tu alfombra, y que marcan la brújula para que los dramaturgos dejen sus subrayados
La estela provocada por el insomnio
La varicela de los jóvenes al ver las revistas
El denso olor de sudor provocado por tus cinco segundos de muerte, acompasadas por movimientos circulares
El pedazo de barco que me falta
La arena de mar
El parís de Cortázar
La rayuela de tus primos
El atavió de los desenfrenados
La locura pasada de moda a tiempo para llegar al desquicio
El gato que se queda en el tejado, esperando alguna noticia tuya
La pistola calibre 22 que no sirve para asesinarme
El revolver 42 que sirvió para lapidar a otros
La esquina de tu casa
Las esquinas de las otras casas
El silencio de tus gemidos tan sollozantes que valen más que aquellos gritos de mis pasados
El juego de un 23 de septiembre, donde cumplen años, las roperos, los transeúntes, los epistemólogos del eco, los que franquearon la usanza, los que disiparon las doctrinas
Mi maldita manía de desvalijar los recuerdo, lo que sea fundamental, lo que ya no importe
Mis olvidos que se falsifican y se tornan memoria
Tu reminiscencia agazapada
Remembranza tuya, mía, del anciano, del niño, del abuelo
“El carcelero que no quería abrir al preso, porque se iba a mojar con la lluvia”
Los descrespado espejismos de algún altar de pocas vírgenes
La encontraba la que siempre acertaba los verbos precisos a los apóstoles
Que maltrataban nuestros milagros con los que siempre predicamos, no en esta vida, pero si en el infinito
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