Soy un lobo que aúlla enloquecido
a la luna en la oscuridad.
Soy la mirada alucinada del búho
Entre los árboles verdes.
Soy un gato que observa la luz de los faroles
Intensos y demenciales
De los autos que cruzan la avenida.
Soy un lobo atrapado en la piel de un perro domestico
Con un collar en el cuello
Lamiendo la comida de un plato.
Soy una hoja a la deriva del viento
Que se estrella contra el parabrisas de un taxi
A la espera de la lluvia.
Soy la brisa suave que enfría los pezones de una madre
Que amamanta a su niño.
Soy el guerrero chofer de un colectivo
o su eterno pasajero hacia el hogar y el abrigo.
Soy la libertad inyectándose en las venas
El dolor y la esperanza.
Soy el viaje hacia la disolución del tiempo y el espacio
de un hongo alucinógeno.
Soy el flash back de la cocaína.
Soy un átomo que procrea el nuevo mundo
Y se desplaza en el caos del universo
Entre soles que estallan.
Telarañas de fuego y colores en las nubes.
Sombras siniestras que acechan el goce del amante furtivo.
Soy un beso de lengua profundo
En la garganta de la noche promiscua.
Labios rojos y carnosos.
El rosado sexo de una virgen.
Una cucaracha negra y brillosa
Caminando sobre la pared blanca.
Soy el lenguaje del otro.
Palabras que guardan la memoria.
Soy el hijo de la muerte sembrando flores en el cementerio.
Soy la muerte que abandono su oficio
Para ser partera.
Soy la crueldad del acto amoroso
Y la humanidad de la guerra.
Soy un león que abdico de su reinado
Y se hizo anarquista.
Soy la desmesura prepotente de los sentidos.
Soy el silencio y el adiós.
Soy la noche ebria de vida.
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Mi lengua hiede a palabras inexplicables,
súbitas,
pegadas al cuerpo que las escupe como ordenes ajenas.
Mi lengua habla el lenguaje de mi madre.
Obedece las determinaciones del mundo
implantadas por la lengua mayor,
boca omnipresente de labios carnosos y
frente arrugada en bibliotecas y aulas.
Lengua que habla el lenguaje de la autoridad.
Lengua del matiz de la verdad
Designando a velocidad de luz
los conceptos que nombran lo innombrable,
la ley del lenguaje
la lengua del policía.
Apoyada en bastones para golpear y
micrófonos para reproducir.
Una larga fila de cuerpos siliconados
que reproduce la lengua obediente
-lenguaje de la madre-
fiel receptor de la lengua sabia de los sabios.
Mi lengua que hurga en el sexo de las palabras
con la libido despierta de una prosa maldita.
Lengua sedienta de fluidos corporales.
Una lengua incorrecta y obscena que eyacula vocales y
finge perversamente los orgasmos.
Lengua extasiada de la intoxicación
y la busqueda de significados.
Mi lengua carcomida por la sífilis, el maltrato y el amor.
Mi lengua sangrante por los arrebatos de la soledad y la locura.
Mi lengua desobediente.
Desmesurada y salivosa ofreciendo escupitajos de verdades
que son desaprobadas por la incredulidad del otro,
fascinado por la levedad y las formas
de la lengua del dinero.
Lengua universal de la miseria y la codicia.
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